Son las 10:28 de la noche del martes 24 de mayo. Ian Anderson líder de la legendaria banda inglesa Jethro Tull sube al pequeño escenario acompañado de músicos invitados para dar durante casi dos horas, una dosis magistral de Rock ante un público que sobrepasa el aforo disponible del centro de espectáculos Bleu Club.
El lugar parece haber sido hasta hace poco tiempo un clásico table-dance para funcionarios públicos de alto poder adquisitivo, pues las mesas pequeñas y las paredes tapizadas que encierran el calor hacen junto con las bolas de espejo, el ambiente propicio para esos menesteres; sin embargo los gritos de emoción hacen callar las quejas de los asistentes por la mala organización de los lugares; en especial el de una mujer que imita un grito de guerra cherokee y que no es más que la emoción por ver de nuevo a una de las mejores bandas de la escena underground de los años 70.
El conocido segundo movimiento de la novena sinfonía de Beethoven suena con lo que parece ser una comunicación entre un astronauta e Ian Anderson y sirve como introducción a Living in the Past; tema con que abre la noche seguido por A New Day Yesterday y que emociona de inmediato al público que se compone en mayor medida por gente contemporánea al grupo pero que sin embargo se llena con el entusiasmo de jóvenes emocionados por escuchar en vivo esa canción que el tío o el maestro de la prepa les ayudaron a descubrir.
Un bastón que ahora yace en el suelo, sostenía media hora antes el cuerpo de un asistente que ahora se llena de adrenalina y emoción cual adolescente, disfrutando y grabando con celular el estruendoso requinto del joven guitarrista alemán Florian Opahle que en nada hace extrañar a Martin Barre ya que tuvo la osadía de tocarToccatta y Fuga en Re menor sólo con su guitarra.
Ian Anderson Miembro del Imperio Británico, no menosprecia su público; luce relajado y simpático, con la paciencia para explicar canción por canción; anunciando elPreludio en Do mayor de Bach seguida de la clásica Bouréeque tanto ha dado identidad al grupo y las pinceladas de maestría que receta al público que se hipnotiza cual ratones siguiendo al otrora de Hamelín, rasgando las notas con el sentimiento que le caracteriza su estilo al tocar la flauta.
Le siguen la mítica Thick as a Brick donde ese segmento de seguidores del Rock que gustan de los solos técnicamente difíciles y llenos de minutos de improvisación se ve plenamente complacido; para después Changue of Horses compuesta junto, Anoushka Shankar rayando en el estilo World Music, para abofetear nuestro apresurado juicio con la pesada My GodHot night in Budapest e interpretando de manera diferente, una nueva versión de su clásico Aqualung, donde salen dejando en éxtasis al público, para dar el tiro de gracia con el gran talento de Anderson al cerrar con la bestia de metal pesado llamado Locomotive Breath que cierra un martes donde al menos un contemporáneo se sintió tan lleno de locura e histrionismo como el fundador de Jethro Tull.

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